Hace años me di cuenta de que una enfermedad podía cambiar tu vida drásticamente, la tuya y la de tu familia.
A veces él era feliz, un instante más tarde, el mundo se le caía encima.
Nunca pregunté qué ocurría, pero algo me imaginaba.
Después de muchas cavilaciones, solo me salieron tres palabras que para mí fueron muy importantes:
- Te quiero papá - le dije.
Él sonrió, y deseé que esa tierna sonrisa no volviera a apagarse nunca.
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¡Ay madre! Me has puesto los pelos de punta...
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