miércoles, 14 de diciembre de 2011

'Todo'

Hablo de un amor que supera los límites, que sobrepasa las distancias, el tiempo, todo. ¿Qué es todo? Según el diccionario, 'todo' indica que es lo que se toma en su totalidad, sin excluir ninguna parte ni ninguno de los elementos que lo integran.
Entonces, 'todo' somos nosotros, tú y yo, aunque no aparezca en el diccionario.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad 2011 'La Navidad no es sólo recibir, también es dar'


‘’Londres se convierte en una bella estampa blanca en Navidad’’
Así rezaban todos los diarios del 24 de diciembre de 1836. La ciudad estaba completamente cubierta por el gélido manto blanco, dando un toque nostálgico y a la vez entrañable a la imagen de la ciudad el día de la Nochebuena.
Todas las personas caminaban alegres por las calles, comprando diversos víveres para ultimar los detalles de la cena. Algunos compraban pavo, otros compraban pasteles,  y, cómo no, regalos de Navidad.
Todas las personas que su poder adquisitivo se lo permitía, claro.
En los suburbios, los barrios en los que habitaban los obreros de las fábricas de la ciudad, la imagen era bien distinta. No había ni un alma por las calles, ni siquiera los habituales gatos callejeros que rondaban en busca de algo que llevarse a las fauces.
En las casas de los barrios de los obreros, no se cenaba pavo en Nochebuena, no había pasteles recién horneados coronando una bella mesa adornada. Era un día como otro cualquiera para aquél que debía trabajar día y noche para poder alimentar a su familia.
La casa de Lilly y Paul Steven no era menos. Lilly, esposa de Paul, esperaba como cada día a que su marido llegase de la fábrica. Con lo que había estado ahorrando de un pequeño trabajo que había encontrado cuidando a los hijos de una señora que vivía en los barrios residenciales, había podido comprar unas verduras y unas frutas para darles una sorpresa a sus hijos y a su marido. Lilly y Paul tenían tres hijos, dos niños, Robert y Louis, y la pequeña Lilly.
Un año antes habían perdido a Gerard, el hijo mayor. El médico estaba de acuerdo en que la causa de la defunción había sido el exceso de trabajo, pues trabajaba quince horas en una de las fábricas de textil de la ciudad. Esta sería la primera Navidad sin Gerard.
A las diez de la noche, como cada día, entró por la puerta del minúsculo inmueble Paul.
Tenía la cara surcada de arrugas, a pesar de que este año únicamente había celebrado su trigésimo quinto cumpleaños. Las manos, llenas de marcas por llagas debido al trabajo, y unos ojos profundos pero vivaces a pesar de todas las calamidades.
- ¡Feliz Nochebuena familia! – dijo con una sonrisa en la cara mientras los niños corrían a abrazarle.
- Buenas noches cariño – dijo la esposa depositando un beso en la frente de su marido.
Paul escondía algo detrás de la espalda, quizás fuera la causa de esa extraña felicidad después de un durísimo día de trabajo, aunque no menos que los anteriores.
- Tengo una sorpresa, bueno, dos – dijo Paul misterioso – una es para mamá y la otra es para todos.
- ¿Una sorpresa? – dijo algo temerosa Lilly al pensar que quizá en un arranque de emoción Paul hubiera gastado sus últimos ahorros en algunos regalos para los niños.
- Dos sorpresas, querida – repitió Paul sin perder la sonrisa.
- ¡Tarán! – de la mano izquierda salió un pequeño ramo de flores blancas – este es el regalo de mamá.
- Es precioso, Paul – dijo la mujer extasiada, pues hacía tiempo que no podían permitirse nada por el estilo, aunque inmediatamente después le volvió el miedo por el dinero que le habrían costado a su marido las flores.
- Y… el otro es… - Paul sacó lentamente la mano derecha, era un sobre no muy grande, lo abrió y de él sacó otro papel que le tendió a su mujer.
Lilly pasó la vista rápidamente por el papel, no una vez, ni dos, sino hasta tres veces.
- Pero Paul… ¿y esto?¿cómo es posible…? – preguntó la mujer incrédula sin apenas poder casi hablar.
- La paga de Navidad del señor Rockenhawer, este año ha sido muy generoso. Ha sido gracias a que arreglé el telar, no sé si recuerdas que se atascó una bobina de hilo hace unos meses y se montó una trifulca tremenda. El único que se quedó con el señor Rockenhawer a arreglarlo fui yo, y de ahí su generosidad con nosotros. También, me ha pedido que ejerza de su secretario porque le asombra que a pesar de trabajar como un simple obrero me sepa expresar también y cree que le podría ser de ayuda en sus negocios con otros patronos.
- ¡Es maravilloso! ¿estás seguro de que el señor Rockenhawer lo ha dicho en serio? ¿no lo habrás soñado? – preguntó Lilly atónita.
- ¡Por supuesto que no, Lilly! Y eso no es todo, me ha comunicado expresamente que si voy a ser su ayudante, no podré vestir de harapos ni vivir entre maleantes y prostitutas, así como mi familia tampoco. Por tanto, nos ha ofrecido que Robert, Louis y Lilly den clases con la institutriz de sus hijos y nos va a permitir vivir en la propiedad que tiene junto a su casa en West End.
Todos se habían quedado atónitos. El West End era uno de los barrios residenciales en los que la aristocracia y los empresarios tenían sus viviendas. Calles pavimentadas, jardines…
La familia no podía salir de su asombro.
- Pero, ¿sabéis una cosa? – dijo Paul con lágrimas en los ojos – que lo más importante es que os tengo a vosotros, mi familia, y que hemos pasado por momentos duros pero todos hemos colaborado para a pesar de las dificultades ser felices. Qué pena que Gerard no pueda ver esto – dijo mientras se santiguaba.
Había un pequeño árbol de Navidad colocado en un rincón de la casa y unos calcetines navideños raídos colgaban de él. Paul se asomó al rellano del apartamento y cogió otra bolsa, ésta era grande y lustrosa. Sacó tres pequeños paquetes de colores de él y los colocó bajo el árbol, y tres bolsas de caramelos que depositó en los calcetines.
- ¿Qué es esto papá? – preguntaron los tres niños al unísono a la vez que señalaban los paquetes bajo el árbol.
- Esto, hijos míos, se llaman regalos, y es tradición que en Navidad la gente se los dé a las personas que más quieren para verlos sonreír.
Ni Lilly ni los tres niños podían disimular el júbilo que sentían.
Era la primera Navidad de su nueva y humilde vida.