viernes, 22 de junio de 2012

Cuentos del Bosque

''La reina de las flores''

En los inicios de los tiempos, cuando los bosques empezaron a florecer sobre la corteza del mundo, los árboles cantaban y reían. Los animales, tenían el poderoso don de la palabra y las hojas se divertían contándoles bellas historias a los animales jóvenes.
La reina de los árboles, Gaya, pasaba mucho tiempo escuchando las historias de las hojas y las plantas. Su favorita era, sin duda, ‘La reina de las flores’.
La historia de la reina de las flores, comienza cuando la primera flor del planeta abre lentamente sus pétalos, regados por el bello rocío matinal. Una flor blanca, luminosa, que respiraba vida por cada resquicio floral. La reina de las flores, conmovida por tanta belleza, decidió otorgarle a tan bella flor, el don de devolver la salud. El dolor y las enfermedades no existían en el Bosque de Floria, que era el antiguo nombre del bosque donde vivía la reina.
Un día, años después, cuando la joven reina que un día otorgó tanto poder a una pequeña rosa blanca era ya anciana, llegaron los hombres. Floria, que así se llamaba la reina pues ella era el mismo corazón del bosque, observó desde su casa en el árbol cómo los hombres destruían todo a su paso. Los animales huían, la bella hierba terminaba muerta, pisoteada. Las hojas ya no susurraban y los árboles habían dejado de cantar. Iban en busca de la rosa que tanto amaba la reina. Tras varios días de fuego, destrucción y muerte, Floria decidió que no podía esconderse más, debía hacer algo. Al tercer día de la llegada de los hombres, salió a su encuentro y les habló con bellas palabras que ellos no quisieron escuchar. La reina fue asesinada y el bosque empezó a morir lentamente.
Los árboles, verdes y bellos, se secaron, y sus ramas parecían garras mortíferas. Con lo que no habían contado los hombres, ambiciosos y destructores, es que esa pequeña rosa blanca que otorgaba la salud formaba parte de la reina de las flores, por lo que al morir la reina, murió la rosa.
Muchos días estuvieron los hombres rogando al espíritu del bosque por la rosa, pues su rey moría lentamente. El espíritu del bosque, encolerizado, respondió a los hombres.
- ¿Qué ruegan los asesinos que han destruido mi bosque? – dijo la voz cavernosa del espíritu.
- Señor, nos dejamos llevar por la desesperación, pues nuestro rey muere lentamente y queríamos encontrar la flor de la salud a toda costa. ¿Podemos hacer algo para enmendar tanto mal que hemos causado al bosque?
- Después de matar a mi reina, ¿qué pretendéis arreglar? ¿podéis devolverle la vida a los muertos acaso?
- No, señor, es cierto que no podemos.
- Al asesinar a mi reina, asesinasteis también la rosa que tanto necesitáis ¡necios!.
Los hombres se quedaron atónitos pues no habían pensado en ello.
- Está bien, nos iremos por donde hemos venido y no volveremos a profanar el bosque.
- Esperad. A diferencia de los egoístas humanos, el bosque aún es bondadoso aunque esté muriendo por vuestra culpa. Os concederé un pétalo de la rosa que está muriendo para devolverle la salud a vuestro rey. A cambio, vosotros debéis enmendar tanto caos y devolverle la salud al bosque. Me parece un trato justo ¿no es así?.
- Aceptamos, gran espíritu del bosque. Nunca más un hombre destruirá el bosque, ni este ni ningún otro.
Así, se recuperó el rey de los hombres y el bosque volvió a nacer de nuevo. La reina de las flores recuperó la salud y revivió. Los árboles volvieron a cantar y las hojas volvieron a contar bellas historias.
Al fin, el hombre y el bosque cultivaron una eterna amistad, pues el bosque nunca es rencoroso. 

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