Meditaba acerca del comportamiento del ser humano de hoy en día y lo comparaba con el comportamiento de los habitantes de otras épocas. ¿Siempre habíamos sido increíblemente egoístas? La respuesta era sí. El dinero es poder, y eso había sido así desde que el mundo era mundo.
En la sociedad actual no importaba que millones de personas no tuvieran un hogar o simplemente algo que llevarse a la boca, lo imprescindible era tener el último modelo de la última chorrada que se le ocurría al ser humano, costara lo que costase.
¿Era esto justo? – se preguntaba continuamente.
No lo era. Susan lo sabía perfectamente e intuía que el resto de la humanidad también, solo que preferían no pensar en ello.
La sociedad actual se basa en el consumo, pero el problema es que no todo el mundo puede consumir. ¿Cuál es la solución?
¿Por qué? – era la pregunta.
Susan se martilleaba las sienes continuamente con el mismo razonamiento. Una pregunta tan sencilla con una respuesta increíblemente difícil e imprecisa.
¿Somos felices así? – volvía a preguntarse - ¿o sólo consumimos para suplir otras carencias de las que nos hemos privado nosotros mismos?
Una sociedad agresiva, consumista, poderosa, entusiasta y egoísta. Todos los días los periódicos bullen de información pero nunca hay ningún titular del tipo: Señores, este planeta que estamos creando se va a pique.
Y, ¿cómo en pleno siglo XXI, con tantísimos avances en todos los campos, con tantísimas novedades, Susan tiene estos pensamientos?
Es sencillo, aunque quizá para algunos de ustedes no lo sea. La respuesta es: porque el ser humano se ha vuelto egocéntrico, egoísta. Nos los hemos creído demasiado.
Hay que vivir el día a día, cierto, pero si no hacemos grandes cosas en el día a día, ¿cómo esperamos un gran futuro?
¿Queremos dejarles un mundo así a los futuros habitantes del planeta? ¿a nuestros hijos, nietos, biznietos, y demás descendientes?
Cuando Susan echaba la vista atrás pensando en lo que estudiaba en la clase de Historia de su instituto, solo le venía a la mente dos palabras: guerra e injusticia.
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Y, ¿cómo puede ser que con la cantidad de información que manejamos los humanos actuales perdure la ignorancia como si nada?
¿Por qué sigue habiendo hambre, injusticias, terror, egoísmo y guerras? La evolución no avanza. Los seres vivos más inteligentes al fin y al cabo son los más ignorantes.
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Abrió la puerta del pequeño apartamento, bajo las escaleras corriendo y salió a la calle. Respiró el aire fresco y miró a su alrededor. Centenares de personas llendo a trabajar, viniendo de una reunión quizá, de camino al colegio… y gritó:
- VIVIMOS EN UN MUNDO QUE ESTÁ TAN VIVO COMO MUERTO.
Nadie parecía haberla oído. Definitivamente, el mundo estaba mucho peor de lo que pensaba.