martes, 21 de junio de 2011

Adivina, adivinanza.

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací,
como fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás
puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.
Quizá nunca hayan visto un centro penitenciario, y si lo han visto, les vendrá a la mente
la imagen de la alambrada de espinos, muy al rollo americano. Pero no, se equivocan,
la alambrada de espinos es lo que menos asusta de una penitenciaría.
De todas, sin duda, la que más pavor provoca es la mental. ¿Han estado alguna vez sin libertad
mental? Entonces sabrán a lo que me refiero.
El juicio personal, el de uno mismo, es el más crítico de todos, por eso no dudé en dictar
sentencia en mis sienes con la reluciente nueve milímetros.

1 comentario:

  1. Aiiiiish, que no me esperaba que acabara jajaja pensaba que nos ibas a dejar con la intriga :) Me has sorprendido (para bien, siempre jajajaa)

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