sábado, 28 de mayo de 2011

Poema

Cuando el Sol llega a su ocaso, los cuerpos inquietos de los viejos amantes se remueven en sus tumbas, y sus espectros,
con las manos entrelazadas,
caminan errantes por los lugares que fueran testigos de su amor.
Lugares donde la atmósfera está impregnada de cariño y sensualidad, y de vez en cuando, en las grises tardes otoñales, algunos han creído oír, sutilmente difuminado en el ambiente, te quiero, te quiero, te quiero...

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