No era un fantasma quien surgió entre la niebla. La pipa que sujetaba entre los labios emanaba un aroma dulzón, embriagador. Una rosa roja reposaba en su gabardina negra, al lado del corazón. La lluvia calaba su sombrero, y la única farola proyectaba una luz mortecina.
Sus pasos se detuvieron ante mí. Únicamente pronunció una frase, sus ojos fríos me hicieron enmudecer.
- ¿Qué se siente al mirar a la muerte directamente a los ojos?
sábado, 13 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)