Me senté a la mesa de madera, dolida, triste, pero dispuesta. Le iba a escribir mi última carta, para contarle las consecuencias que había traído su rechazo a este triste corazón:
Al amor de mi vida le escribo esta carta, la última, la definitiva. Te has mantenido impasible ante mis últimas confesiones, que con todas las ilusiones, yo te había hecho.
¿Por qué siempre actúas así? te mantienes frío ante los que te rodean, caminas por la vida a tientas y no anhelas ni una gota del amor. Te lo he expresado hasta la saciedad, desde el cariño, desde la ira, desde la impotencia, y ni te has dignado a contestar.
Que si tuviera algo contigo, me saldría del guión, tendría coraje y fuerza, te daría el corazón. Pero no, es insuficiente para tu arrogancia y tu frialdad.
No estás, te vas. ¿Has experimentado alguna vez el levantarse solo, tarde y no tener ganas de trabajar? ¿Ni tan siquiera querer esforzarte, o soñar?
Pero te vas. Y con esta carta de humo y palabras te quieres quedar, con tu indiferencia y superioridad, que ha dado muerte a este pobre corazón.
Si no te puedo hacer feliz, si tan siquiera una oportunidad me quieres dar, ya no me queda nada, y me voy.
Adiós.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Duramente real y encima te ha quedado lírico. =)
ResponderEliminarprecioso texto.
pd: me pasaré de lista y te diré que hay que resistir y luchar aunque el mundo intente ahogarnos. Siempre hay forma de salir a flote.
un besito^^